Los primeros asentamientos romanos aparecieron alrededor del año 1,000 a.C. Las estribaciones altas de estas colinas formaban un ambiente mejor para vivir que las partes bajas, donde se encontraba al Tíber, en esa época un río hediondo y navegable.
Según la tradición, Roma pudo tener su origen en el héroe Eneas, el cual abandono Troya, una ciudad acosada por el fuego y el saqueo de las tropas aqueas y espartanas. Viajando por el mar Mediterráneo acompañado de su madre (la diosa Venus), su hijo Iulus y su padre Anquise; así llegaría a una de las siete colinas: la Palatina, gobernada en ese entonces por el rey Evandro.
De aquí en adelante se inicia un largo periplo histórico y de sucesión. Iulus (conocido también como Ascanio), fundaría la ciudad de Alba, la cual sería cuna y gobernación de doce reyes de la dinastía latina.
En la decimotercera sucesión de reyes, pasa a gobernar Amulio, quien confino a su sobrina Rhea al templo Vestal; sin embargo entra a tallar el Dios Marte, el cual tiene en esta hermosa doncella dos hijos, dos gemelos: Rómulo y Remo… como ya se podrán imaginar y dice la frase “el resto es historia conocida”.
Sin duda que esta historia, y gracias a los hallazgos arqueológicos, tiene algo de verdad, sin embargo el verdadero impulso que conllevaría a la expansión de Roma primero por la península Itálica, luego por el mundo mediterráneo y después por el mundo conocido, sería gracias al aporte de los etruscos.
En el periodo posterior al año 600 a.C., comenzó el sinecismo urbano (lo que significa la creación de una unidad política), el cual agrupo a los distintos poblados campesinos de las colinas de Roma, bajo el dominio del pueblo etrusco. Es así que hallazgos arqueológicos han demostrado que en el 753 a.C. Roma como ciudad tuvo sus comienzos, la necrópolis se convirtió en foro y este en el centro político de la ciudad.
Roma comienza a formarse como una ciudad ordenada y moderna, un centro urbano imperial. En este periodo se iniciaron los trabajos para drenar el Tíber y se construyo la Cloaca Máxima (que existe hasta nuestros días); así la cuenca pantanosa y hedionda se convirtió en espacio para ampliar la ciudad. Por supuesto no pudieron faltar los edificios religiosos, y tal como el modelo etrusco de ciudad, se construyo el palacio para el sumo sacerdote, donde además se alojarían las vestales y el palacio del rey.
Se sabe que después de Rómulo han reinado siete reyes. El primero de estos monarcas fue Tarquino apodado “el viejo”; gobernando desde el Capitolio, en forma tiránica y por lo tanto buscaba ganarse el favor del pueblo, un rey a mi parecer poco importante que si es considerado o recordado es tal vez por ser el primero de la serie de reyes. Uno que si me parece rescatable es Servio Tulio, este rey dio a Roma una seguridad necesaria para afrontar aquellas épocas de constantes guerras entre ciudades-estado, construyendo la primera muralla de Roma que abarcaba nada menos que las siete colinas.
Les cuento algo más, según el historiador Tito Livio, Servio Tulio, introdujo los “ordines” (órdenes) y los “gradus dignataris” (grado dignatario); algo interesante y que según he podido ver me parece que es un sistema similar al que pulula en muchos países: la división de clases, en el caso romano se establecía por impuestos.
Este rey fue un reformador y organizador empedernido, eliminó el sistema de tribus y se reformo el ejército romano, formado ahora por “centurias”. Las reformas de Servio Tulio habían llegado para quedarse en esta naciente ciudad que pronto sería un imperio.
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