Los dioses propios de los latinos y a los cuales se había dado el nombre de dioses indigetas, porque vivieron en el Lacio, donde fueron especialmente adorados, eran Saturno, Quirino, Vesta y Jano.
Saturno fue desterrada del cielo, se retiró, según cuentan, a Italia donde reinaba Jano, y compartió con él el supremo poder. La región que le sirvió de refugio tomó el nombre de Lacio, por la palabra ‘latere’, que significa ocultar. El tiempo de su imperio fue la edad de oro.
Los romanos crearon fiestas en su honor. Se las llamaba ‘saturnales’ se festejaban cada año en el mes de diciembre y duraban varios días. Durante esas solemnidades se rompían las barreras entre las clases, hasta el punto de que los esclavos eran servidos por sus señores, se mandaban unos a otros presentes y durante esta etapa no estaba permitido declarar la guerra ni ejecutar a los culpables. Se respiraba un hermoso recuerdo de la edad de oro, en que la libertad reinaba al mismo tiempo que la igualdad sobre toda la tierra: pero algunos horribles desordenes y grandes excesos mancharon esos festejos.
Quirino era el dios Marte de los sabinos, el dios de la guerra. Era representado bajo la forma de una lanza, ‘quiris’,palabra que tenía en sabino ese significado. De ahí el nombre del dios. Los romanos se llamaban ‘quirites’, hijos de la lanza o Quirino.
Vesta, hijo de Saturno y de Rhea, era la diosa del fuego, la protectora de Roma, la divinidad del hogar doméstico, y de la patria. Numa le levantó un templo de forma redonda, en que las vestales observaban perpetuamente el fuego sagrado. Esas sacerdotisas fueron, al principio, cuatro, pero luego subieron hasta 7. Se elegían entre niñas de 6 a 10 años, y sus funciones duraban treinta años. Los diez primeros los consagraban a aprender sus obligaciones, los 10 siguientes a cumplirlas y los 10 últimos a la educación de las novicias.
Debían conservar el fuego sagrado y permanecer célibes. Si faltaban a uno de esos deberes, eran condenadas a penas muy duras. Todos los asuntos religiosos y civiles cesaban al saberse que se había extinguido el fuego sagrado, y se llevaba a cabo un acto contra las sacerdotisas culpables. Y Si se quebraban los votos hasta podían ser enterradas vivas.
Jano era un dios eminentemente latino. Había vivido en el Lacio, y edificó en la orilla derecha del Tibet una ciudad que a su honor fue llamada Janiculo o Janicollis. Saturno le dio a conocer el pasado y el porvenir, queriendo evitar a esa ciencia doble, han presentado a Jano con dos caras, una vuelta hacia el pasado y la otra hacia el futuro.
También le ponían en la mano una especie de varita, porque presidía a los caminos públicos y una llave, para indicar que inauguraba el año, cuyo primer mes le consagraban. Rómulo y Tacio le levantaron un templo entre el monte Capitolio y el Quirinal, en el mismo punto donde firmaron la paz. Numa, que contribuyó a que se hiciera conocido lo proclamó divinidad de la paz, y con tal motivo le levantó un templo fuera de la puerta Carmentale, templo que se abría durante la guerra y se cerraba durante la paz.
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Fuente: Historia Romana – Drioux