El agua no debe nunca desperdiciarse. Hasta en los países húmedos es valiosa, por lo que debe aprovecharse siempre que sea posible. Pero los seres humanos no podemos evitar ensuciar, o contaminar el agua cada vez que nos lavamos.
Una contaminación más grave es la ocasionada por los residuos del cuerpo, nos referimos a la orina y heces fecales, que se lleva el agua negra por los desagües y alcantarillas. En casi todas partes el problema se complica por los residuos del ganado y los desperdicios industriales mezclados con agua procedente de refinerías, fábricas de productos químicos, etc.
Hasta hace poco las ciudades se limitaban a tirar directamente al mar los desperdicios. Pero hoy en día sabemos que no es conveniente hacerlo, en muchas partes las costas están tan contaminadas que hay que actuar pronto si queremos salvarlas.
Algunos residuos son dañinos. En las calles, por lo general junto a las aceras, hay unos canalillos que desembocan en agujeros cubiertos con una rejilla. Por ellos se evacúa el agua de la lluvia, que arrastra otros desperdicios caídos al pavimento. Ciertos residuos industriales como por ejemplo, el agua que expulsan los altos hornos, y las centrales termoeléctricas son inocuos: el único inconveniente que presentan es su elevada temperatura y casi siempre se descarga directamente en un río; pero aunque el agua caliente no es buena para la ida fluvial, otras veces se aprovechan.
En las zonas que disponen de alcantarillas se emplean diversos métodos para la evacuación de las aguas fecales y de lluvia donde se vierten en las cloacas por una misma red de canalizaciones. A pesar de su simplicidad este método tiene el inconveniente de sobrecargar las plantas depuradoras en épocas de lluvia abundante. El sistema doble o de dos tuberías, conduce por separado las aguas fecales y las de la lluvia, vertiendo éstas ultimas en su propia alcantarilla que suele desembocaren arroyos y otros cursos de agua.
El método más antiguo consistía en enviar esta agua a unos pozos llamados fosas sépticas, lo que todavía se sigue haciendo en casas aisladas en el campo. Estas fosas están prohibidas en Londres desde 1853. Periódicamente se vacían las fosas de materia sólida y ese material puede utilizarse en la agricultura como fertilizante.
Las aguas negras deben someterse a un tratamiento para eliminar las impurezas. Uno de los métodos consiste en hacerlas pasar a un depósito de sedimentación lleno de agua limpia a velocidad muy lenta, así, al irse hundiendo poco a poco la suciedad, se puede ir sacando agua buena de la superficie, la cual, después de pasar por un filtro, se descarga en un río o lago. El filtro más común es el de tipo giratorio, el agua entra por el centro de un depósito con un lecho filtrante de 10 a 20 metros de diámetro y, a través de unas tuberías que giran lentamente, se lanzan a chorro sobre el filtro.
Otro método es el llamado del ‘lodo activo’ por el que las aguas negras se agitan con unas aspas o, más comúnmente por un chorro de aire que forma burbujas dentro del agua. Actualmente la ley exige a las empresas industriales que se responsabilicen en gran parte de la purificación del agua que emplean. Los residuos industriales contienen a menudo materias químicas nocivas y difíciles de eliminar por lo que, su eliminación eleva el costo de los productos. Las normas impiden que se lancen sin más éstos desperdicios a los ríos y mares.
Cualquier sistema de tratamiento de aguas negras tiene que tener en cuenta las lluvias e incluso las inundaciones pues sería grave si se permitiese que toda esa suciedad se escapara o invadiera las aguas corrientes. Por este motivo y siempre que sea posible, hay que poner todos los medios para que las aguas pluviales pasen sin contaminarse a los ríos o al mar.
Fuente: Agua – Nueva visión
Imagen: alhaurin.com