Podríamos tratar bajo este título, bajo el título de Futuro, algún tema relacionado con el tarot o con la parapsicología o con cualquier ámbito de esos que son tabú para algunas personas, aunque ello resulte de una u otra manera curioso. Pero bajo este mismo título, esta semana, como todos los jueves de cada semana desde hace ya diez –contando la de hoy–, vamos a hablar sobre una curiosidad lingüística en nuestro apartado ya fijado.
Vamos a tratar un tema que es desconocido para mucha gente, incluso para muchos filólogos, entre los que me cuento –aunque aún soy lo que podríamos llamar un pre-filólogo–, y lingüistas poco doctos en la materia. El tema es el siguiente: el futuro, el tiempo verbal de ese nombre, sirve, entre otras cosas, para ordenar a alguien hacer una acción, pero sin utilizar el modo del verbo que todos conocen, el imperativo –del cual también se podrá decir otro día más de un comentario–. Sirve para ordenar en el futuro, por eso, entre otras muchas cosas, se llama así. Vamos a ver exactamente por qué, y para eso nos vamos a remitir a dos fuentes clásicas: una de ellas, la descomposición tan usada para revelar tantos datos en tantos campos de conocimiento, y la otra, el libro que aclara desde un principio, aunque a muchos no nos guste, esta tesis.
Demos, pues, comienzo a lo profundo de la explicación. Imagínense el verbo «ir» en tiempo futuro imperfecto. Lo pondremos en segunda persona del singular. Así, quedará: «irás». De esta forma verbal podremos valernos para explicar lo que propongo.
Si descomponemos ese verbo en dos partes, nos quedará «ir–ás». Tomémoslo ahora como dos palabras distintas, y quedará: «ir» y «has», o lo que es exactamente igual: «has de ir», que viene a ser un infinitivo de futuro que en español se identifica como perífrasis verbal, pero que en latín era eso, un infinitivo. ¿Y qué significado tiene esta forma en español? Cuando decimos a una persona “has de irte a casa” –aunque, ciertamente, no se utilice frecuentemente esta forma, sino que se diría “deberías irte”–, lo que estamos diciéndole es que tiene obligación de irse. Pues exactamente lo mismo pasa con el verbo «irás». Podríamos decirle “te irás de aquí en cinco minutos”, y al cabo de cinco minutos tendría de alguna manera la obligación de irse. Este mismo procedimiento lo podremos aplicar a cualquier verbo.
Y ahora vayamos, para terminar, con la segunda fuente de información que he citado. Se trata de la Biblia. Está escrito en el Éxodo –y cito con el libro en la mano aunque no soy, para nada, seguidor de las Escrituras, pero viene como anillo al dedo porque la Iglesia es la que más cosas normales prohíbe– lo siguiente: «No tomarás en vano el nombre del Señor tu Dios, porque no dejará el Señor sin castigo al que tomare en vano el nombre del Señor Dios suyo. Acuérdate de santificar el día de sábado. Los seis días trabajarás y harás todas tus labores, mas el día séptimo es sábado, consagrado al señor tu Dios. Ningún trabajo harás en él» (Éxodo XX, 7–10). Con esto, quedan dichas, entre otras, las prohibiciones que aparecen en los Diez Mandamientos que recibe Moisés en el monte Sinaí. Y todas están escritas en futuro.
Pues bien, ésa es la conclusión: el futuro sirve para ordenar, aunque sólo sea, como bien dice su nombre, en un futuro.
Espero que les haya resultado interesante el artículo de esta semana. Y perdón a los presentes no cristianos por haber mencionado el “libro sagrado”. Nos vemos la semana que viene.