El corazón, el principio.

“Las ideas culturales son muy persistentes en este aspecto y hoy mantenemos frases formularias como «abrir el corazón a alguien», «partir el corazón», «con el corazón en la mano»; todas ellas son herencia de esa idea antigua según la cual lo más profundo de un ser humano se halla, precisamente, en el corazón”.

Recientemente ando, entre descansos literarios, leyendo un libro sobre el alma y el cerebro de un escritor llamado Eduardo Punset. En él se habla de que el alma está realmente en el cerebro, y se hace un estudio acerca del origen de esta concepción. Anteriormente se decía que el corazón era el centro del cuerpo, lo que tenía el alma, lo único que no se podía eliminar una vez muerto un paciente, porque se pensaba que si se destruía el corazón o se utilizaba para estudiarlo, se le prohibía al alma la entrada al más allá.

Por eso, se pensó durante mucho tiempo que el corazón es el principio de todo, de tal manera que hoy en día se conservan ciertos dichos, como los nombrados en la cita del libro, que se refieren precisamente a la importancia del corazón para el ser humano.

Resulta curioso encontrarse, de vez en cuando, y cada vez más en lo que uno va entrando en el área filológica y etimológica de la lengua, con estas explicaciones históricas que, de una u otra manera, ayudan a comprender cómo es posible que se mantengan ciertos dichos y no se sepa por qué se dicen. Muchas veces, todos lo sabemos, nos encontramos con gente que dice algún tipo de frase hecha, como ésas a las que me he referido más arriba mediante la cita de este libro –de recomendada lectura–, y lo que realmente quieren decir es, en definitiva, todo lo contrario o algo que no tiene nada que ver con las palabras que han dicho.

Eso es algo que ocurre frecuentemente, que se le dan significados caprichosos a ciertas palabras que no tienen ese significado.

Así pues, vemos que el origen histórico de esta forma de expresión, la misma que, por ejemplo, estar «con el corazón encogido» –lo cual se traduce, más o menos, como “impotente”–, es la concepción que desde antaño se tenía sobre el corazón del ser humano, el centro del cuerpo humano, donde sin ninguna duda se encontraba el alma.

Más tarde, gracias a la ciencia, se han ofrecido nuevas tesis, y se ha estudiado, como en el libro citado, la posibilidad de que el alma esté en el cerebro y no en el corazón.

Para los interesados en la materia, recomiendo la lectura detenida de este libro, aunque yo aún no voy siquiera por la mitad, pero creo que, según se muestra desde el principio en las cuarenta páginas que llevo leídas, es casi seguro –no puedo decir seguro– que sea una lectura entretenida e interesante al cien por cien.

Y ahora, con el corazón en la mano, les envío un cordial saludo a todos los visitantes de Blogcurioso.

Jorge.

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