El dominio de las ondas electromagnéticas ha traído consigo desarrollos tecnológicos que han cambiado la dinámica de la sociedad actual, definiendo al mundo tal como lo conocemos, dándonos las facilidades que disfrutamos y los diferentes dispositivos que asumimos como cotidianos. Entre ellos se encuentran los microondas y lo celulares (móviles).
En 1945 el ingeniero Percy L. Spencer trabajaba en un nuevo tubo de vacío llamado magnetrón, donde se producen las microondas que usan los radares. Un día se percató de que la barra de chocolate que llevaba en el bolsillo se había fundido.
Intrigado, puso un poco de maíz cerca del tubo y comprobó cómo se convertía en palomitas de maíz. Lo que había sucedido, es que al igual que la retina de nuestros ojos es sensible a la luz visible, el agua lo es a las microondas.
Dentro de los alimentos hay bastantes moléculas de agua, las cuales son estructuras con dos polos en los extremos, uno positivo y otro negativo. Las microondas son capaces de jalar los polos de las moléculas polares forzándolas a moverse.
El sentido en que las microondas tiran de las moléculas es 2,450,000,000 veces por segundo; de esta forma pueden transferir parte de esa energía mediante choques con las moléculas contiguas. Este mecanismo hará que por conducción todo el alimento acabe por calentarse.
El origen de los teléfonos celulares se remonta a la Segunda Guerra Mundial, cuando fue necesario comunicarse a distancia; entonces la compañía Motorola desarrollo el equipo denominado “Handie Talkie H12-16”, que permitió el contacto con las tropas vía ondas de radio.
En 1985 se comenzó a perfeccionar el nuevo sistema para hacerlo comercial. Solo funcionó mediante la creación de células a manera de panal de abeja, lo cual permitió la reutilización de frecuencias y que miles de personas pudieran usar los teléfonos móviles al mismo tiempo.