Hubo científicos muy conocidos que fueron desapareciendo a medida llevaban adelante sus investigaciones. No dejaron rastros ni pistas de donde encontrar sus cuerpos y estos misterios aún nos llaman la atención.
En el año 1845 John James Waterston envió a la Royal Society británica un trabajo que se encargaba de investigar la interpretación molecular del calor. El ensayo quedó en un cajón de algún burócrata hasta que en el año 1892 el trabajo fue redescubierto por John William Strutt. A pesar de eso Waterson ya no se encontraba para ver los frutos de su obra, ya que el 18 de junio de 1883 abandonó su casa y desapareció para siempre.
Otra de la que no se supo más nada fue de Nefertiti, hace más de 3000 años desapareció misteriosamente. Ella era la esposa real de Akenatón y madrastra y suegra de Tutankamon. Según los registros históricos no se sabe más nada de ella desde el año 1336 aC, cuando se la deja de mencionar en los papiros y nunca más aparece su nombre en los grabados de la época.
Y entre estos caso el que más llama la atención es el de Fawcett. El 29 de mayo, el coronel Percy Harrison Fawcett se dirigió, acompañado por su hijo Jack y un amigo hacia el Mato Grosso. La última vez que se los vio fue cuando cruzaban el Alto Xingú (lugar en donde viven actualmente 2.500 personas repartidas en 13 grupos étnicos).
Fawcett era amigo del escritor Arthur Conan Doyle, quien se inspiró en su caso para escribir “El mundo perdido”. En esta obra se buscaba una ciudad llamada “Z” el lugar en donde el fuego nunca se apagaba. Fawcett había encontrado un documento en el año 1754 que describía la expedición que llevó adelante Francisco Raposo, que se había dirigido al interior de Brasil en búsqueda de legendarias minas de oro y plata. En vez de esas minas, Raposo se encontró con una metrópolis de piedra.
Fawcett se convenció de que esta historia era real al estudiar una figura de 25 cm. de alto. Esta estatuilla (que en la actualidad está perdida) procedía, en teoría, de Brasil y representaba un sacerdote con un marcado de estilo egipcio que sujetaba una tabla marcada con inspiraciones. Fawcett escribió varias cartas, en la última declaró “¡Nuestra suerte está en manos de los dioses!” y nunca más se volvió a saber de él.
Cuando estaba terminando el año 1927, la empresa North American Newpaper Alliance organizó una expedición de rescate a cargo de George Dyott que partió de Cuiabá, Matto Grosso, en mayo de 1928. En dicha expedición encontraron los primeros indicios del paso de Fawcett y su conclusión fue que los tres hombres murieron en manos de los nativos, aunque la familia del explorador no está de acuerdo con esa versión.
Aunque el misterio aún continua, de lo que no hay dudas es de que los restos de los exploradores descansan en algún lugar de Xingu, al igual que los de más de 100 personas que han adentrado en la peligrosa selva para buscarlos. Ellos cometieron un error ya que no siguieron las indicaciones de Fawcett: “Si no logró salir, otros con menos experiencia podrían perderse también. No quiero que nadie muera por mí, por eso, que nadie me busque”.
Fuente: Revista National Geographic
Imagen: ancient-tides.blogspot.com