Es también conocido con el nombre de Nuhualpilli, tiene sus orígenes en la cultura de Teotihuancan, y se le rindió culto en casi todos los pueblos de habla náhuatl como los aztecas. Tlaloc era el dios de la lluvia y de la fertilidad. Para rendirle homenaje se realizaban sacrificios humano, de esta forma el concedía lluvias y periodos de sequía. Tenían como ayudantes a los tlaloques, que eran los seres encargados de distribuir desde el interior de los cerros los diferentes tipos de lluvias.
La civilización azteca tenía códigos mediante los cuales se representaba la relación entre el desarrollo del maíz y el papel que desempeñaban los dioses en los periodos de lluvias y de los ríos. La ayuda de los dioses, según sus creencias, eran muy importantes ya que a través de ellas los suelos tenían vitalidad y por ese motivo las siembras eran exitosas.
Tlaloc era un dios semihumano, que se lo representaba con dos serpientes enroscadas alrededor de sus ojos. Se lo mostraba con un labio superior grande, también llevaba en su mano una especie de estandarte de oro, largo y con forma de culebra. Esta representaba los relámpagos que acompañan en ocasiones a las fueres tormentas que el brindaba.
Este quedaba manifestado en las diferentes expresiones del arte de la civilización azteca. Era normal verlo en los tambores de madera que se usaban para las ceremonias tallado en su parte frontal.
Como ya te contamos, Tlaloc no realizaba su tarea solo sino que estaba ayudado por los tlaloques. Estos eran seres enanos y de figura antropomórfica. Ayudaban a este dios a distribuir las lluvias en diferentes áreas.
La palabra Tlaloc proviene de “tlalli” –tierra- y “”octli” –licos-, por lo que queda asociado a la lluvia, es decir, lo que bebe la tierra. Este dios es específico de las lluvias, las otras aguas, la de los ríos, por ejemplo, cuya divinidad es Chalchiuhtlicue, llamada también “falda de turquesas”.
Imagen de Tlaloc