Ya esta noticia corría por la prensa desde hace un año y algo más, pero resulta que hace dos días, yo, que no aprovecho un solo minuto de la jornada para encender la televisión porque sé lo que hay siempre detrás de ésta, en mitad de un tentempié de media mañana, vi uno de esos programas matinales que tratan temas de muy distinta índole. En dicho programa trajeron invitados muy peculiares. Se trataba, pues, de una familia que había concebido tres hijos exactamente iguales.
El matrimonio, catalán, declaraba que ni siquiera ellos mismos eran capaces de reconocer a sus propios hijos, dada la similitud entre cada uno de los detalles de los bebés, que hoy tienen un año y seis meses, según creo recordar. Conste que hablo recordando y no con fuentes plenamente certeras, pero sí sé de qué estoy hablando. Hablo de la curiosidad de que se haya dado este caso: tres hermanos idénticos al noventa y nueve, podríamos decir que incluso coma nueve por ciento de su genética. La misma cara, los mismos ojos, la misma nariz, la misma boca, las mismas orejas, las mismas medidas, la misma talla de ropa, todo, absolutamente todo igual. Sólo se pueden distinguir en un aspecto, y a veces incluso con éste es difícil de descifrar la identidad de los niños: el ombligo. Es el único elemento del cuerpo en el que se puede apreciar cierta diferencia entre los chiquillos.
Según dijeron en el programa televisivo, los tres niños piensan igual. Están sentados en casa los tres juntos —cosa que es habitual, porque no se separan para nada—, y se deciden a levantarse al mismo tiempo, con lo cual los tres niños se chocan entre sí y vuelven a caer al suelo al mismo tiempo. Parece que estuvieran coordinados para hacerlo así, pero realmente son así, no hay ningún trabajo previo. En el transcurso de la entrevista se pudo observar, involuntariamente, el hecho que acabo de referir. Ocurrió que los niños, nerviosos y traviesos, al igual que en su casa, echaban mano de todo lo que había en el plató, de tal manera que dos de los chicos se metieron bajo una mesa de cristal para tomar entre sus manos unos artilugios decorativos, y ambos fueron a levantarse con la mala suerte de darse un golpe en la cabeza con el cristal de la mesa. Eso les ocurrió a dos de los tres niños, mientras que el tercero estaba jugueteando con otros artilugios que había sobre la mesa.
Otro aspecto que mencionaron los padres es el siguiente: en casa, los tres niños duermen juntos en un mismo dormitorio, de manera que si se despiertan, lo hacen juntos, y si lloran, también. No hay un momento nocturno en el que llore un solo niño, cuando esto ocurre, es porque está llorando uno de los hermanos, pero nunca los trillizos —hay que aclarar que son cinco hijos en la familia—.
Pero lo más impresionante de todo, con creces, es que la policía científica fue a hacerles pruebas a los niños, y cuando les tomaron las huellas dactilares no podían distinguir unas de otras. ¡Ni siquiera en las huellas dactilares había diferencia!
El padre, con tono humorístico, dijo que temía más por la novia más guapa que hubiera, porque de mayor es muy probable que sigan siendo iguales.
Con todo, una doctora que había allí dijo que también es probable que cambien los gustos y cambien las compañías, pero es de esperar que si los tres piensan exactamente igual, consigan los mismos amigos y tengan los mismos gustos. En fin, es una conjetura cuya certeza está por descubrir.
¿No es extraño el caso?
Y ESO QUE